Hemos escuchado insistentemente a través de los medios la “preocupación” del gobierno federal por la educación en México, razón por la cual el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, se lanzó en una cruzada de violencia verbal, acompañada con la presión de la fuerza pública federal, en contra de la disidencia magisterial agrupada en la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), para arrancarle los privilegios que tenía con el manejo del presupuesto y la disposición discrecional de las plazas de maestro, pero sobre todo para evaluar su desempeño desigual y abrir con ello una puerta de salida que le permita a la Secretaría de Educación Pública (SEP) despedirlos cuando se le antoje.
Parte de esa campaña mediática incluye la visita del titular de la SEP a escuelas primarias exclusivamente de zonas urbanas, previamente seleccionadas y preparadas para asegurarse de que el secretario Nuño tenga un buen recibimiento y se sienta querido y apapachado por alumnos, maestros y directivos escolares.
Por supuesto que esa supuesta preocupación de Nuño por la educación pública en este país excluye a miles de niños indígenas que no tienen acceso a la escuela porque en sus comunidades no hay maestros ni aulas, mucho menos material educativo como libros de texto gratuitos. También excluye a los adultos mayores analfabetas que, por vivir en zonas apartadas de las grandes urbes, nadie en el gobierno ni en la SEP se preocupa en enseñarles a leer y escribir.
Es entendible entonces que al titular de la SEP tampoco le preocupen los recortes presupuestales planeados desde la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y que alcanzarán hasta un 25 por ciento del presupuesto público destinado a la producción de libros de texto gratuitos, al pasar de 2.5 mil millones de pesos a poco menos de 2 mil millones, con lo cual disminuye el gasto en unos 600 millones de pesos y se dejarán de producir 55 millones de libros. Esto impactará negativamente en la enseñanza de los niños; en las escuelas tratarán de cubrir ese déficit al impactar la pobre economía de los padres de familia para cubrir ese faltante de libros. ¿Le importará esto al licenciado Nuño?
La entidad responsable de la producción de libros de texto es la Conaliteg (Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos), en donde su titular, Joaquín Díez-Canedo Flores, ha preferido mantener esta información en la secrecía y declinó opinar sobre este recorte presupuestal que impacta fuertemente en las finanzas de esa entidad y, sobre todo, en la producción de libros que tanto necesitan los niños mexicanos. ¿Qué niños y cuáles comunidades serán los más afectados por esta reducción de libros?
Acaso no sería preferible reducir presupuesto a las Fuerzas Armadas, que gastan miles de millones de dólares en equipo armamentista que compran a empresas extranjeras y que dicen utilizar para combatir la delincuencia organizada y el narcotráfico, a pesar de lo cual ambos siguen su actividad criminal como si nada afectara esa boyante industria.
Los recortes presupuestales planeados desde Hacienda alcanzarán hasta un 25 por ciento del presupuesto destinado a la producción de libros de texto gratuitos»
De acuerdo con cifras oficiales de la Conaliteg, la producción y distribución de libros gratuitos para el ciclo escolar 2015-2016 sería de 209 millones 281 mil 516 textos y el presupuesto previsto ascendía a 2 mil 546 millones 314 mil 498 pesos; pero si se reduce en 600 millones, tendrá una caída del 23.5 por ciento, lo que significa que se dejarán de producir 55 millones de libros, una reducción de 26 por ciento.
Las áreas educativas más afectadas serán preescolar, primaria, telesecundaria, secundaria, braille, educación indígena y telebachillerato. Específicamente para el caso de la educación indígena, en donde estudiar es la única posibilidad de salir de la pobreza extrema, se planeó producir 6 millones 416 mil 827 libros, de los cuales se distribuirían 5 millones 126 mil 15 libros, pero con el recorte esas cifras disminuirán en una cuarta parte.
De acuerdo con la propia Conaliteg, hay tres fuentes de financiamiento para los libros de texto y demás ediciones que se producen y distribuyen. Los recursos que se entregan directamente a la Conaliteg y conforman su presupuesto; los recursos de “ampliaciones presupuestales”, que son las transferencias de recursos a Conaliteg desde otras dependencias y los recursos de las entidades que pagan una parte de los libros de texto de secundaria que van a cada estado. Los libros de educación indígena se produjeron con recursos provenientes de la Dirección General de Educación Indígena.
Los libros del Programa Nacional de Inglés en Educación Básica (PNIEB) se adquirieron con recursos de la Dirección General de Desarrollo Curricular. Las Bibliotecas para las Escuelas de Tiempo Completo se adquirieron con recursos de la Dirección General de Desarrollo de la Gestión e Innovación Educativa, y las Bibliotecas Escolares con recursos de la Dirección General de Materiales e Informática Educativa. Todas estas direcciones dependen de la Subsecretaría de Educación Básica. Los libros de telebachillerato se produjeron con recursos provenientes de la Subsecretaría de Educación Media Superior.
Los libros de texto de secundaria son seleccionados por maestros o autoridades académicas de los estados y comprados a editores privados. Este año se compraron libros a 29 editoriales privadas. El Programa de Inglés en Educación Básica tuvo por primera vez una cobertura total en secundaria. Los libros del PNIEB seleccionados por las autoridades centrales se compran a cinco sellos editoriales.
Los libros en código braille de secundaria son una adaptación de los libros de texto que han elegido los maestros con la intención de que todos usen el mismo libro en el salón. En preescolar y primaria no hay una cobertura total con el PNIEB. Los libros que se distribuyen se compran a 11 editoriales privadas. Los acervos de las bibliotecas se conforman con títulos para los que se produce una edición especial para la SEP con las características requeridas por la Conaliteg y conforme a los precios determinados por ésta.
Miguel Badillo