Un juez federal, Carlos López Cruz, absolvió el pasado 19 de julio a Raúl Salinas de Gortari del delito de enriquecimiento ilícito de más de 224 millones de pesos. Imposible desligar a Raúl de su hermano Carlos y a ambos del brutal abuso de poder, del tráfico de influencias y del delito de peculado que cometieron a partir de que este último asumió la Presidencia de la República.
Han pasado 25 años desde que el priísta Carlos Salinas de Gortari arribó a Los Pinos y con él toda su familia, amigos, empleados, prestanombres y una buena parte de la alta burocracia de aquel entonces se vieron beneficiados ilícitamente con dinero público, sin que nadie hasta ahora haya sido encarcelado por ese motivo.
Nada sorprende ahora que un juez federal falle en ese sentido, tal vez porque el Poder Judicial de la Federación nos ha acostumbrado a la evidente impunidad, en donde quien tiene capacidad de pago puede comprar la justicia o aplicar ésta de propia mano sin enfrentar las consecuencias.
El Consejo de la Judicatura sólo es un espectador más de la corrupción judicial, pues nada hace para impedirla y su actitud cómplice sólo la fomenta, pues en este mar de podredumbre nadan jueces, magistrados y hasta ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
También es cierto que esa corrupción en la justicia empieza desde el momento en que las denuncias llegan ante el Ministerio Público Federal, mucho antes de que pasen a los tribunales, en donde los agentes ministeriales son sobornados para que integren mal las averiguaciones previas o simplemente cometan errores en el proceso para impedir que los jueces hagan cumplir la ley a los responsables.
Por eso, esta nueva absolución de Raúl Salinas de Gortari a pesar de las muchas evidencias de los delitos que cometió, es un obvio caso más de impunidad judicial. Ya anteriormente hemos conocido de otras absoluciones del hermano incómodo, como la del homicidio de su cuñado José Francisco Ruiz Massieu o su involucramiento con el narcotráfico o el delito de lavado de dinero o su probada participación en el peculado por el dinero que recibió de la partida secreta que manejó impunemente su hermano Carlos desde la Presidencia de la República.
La Procuraduría General de la República anunció que se ha inconformado por la decisión de ese juez federal y el caso pasará a un tribunal colegiado, lo que más parece una simulación de exigir justicia, pero la verdad es que ante los ojos de todos los mexicanos, Raúl y Carlos Salinas de Gortari ya fueron juzgados y han sido encontrados culpables. La historia así lo sentencia y nadie podrá cambiar eso, ni aún aquellos plumíferos que fueron beneficiados en su momento con donativos públicos salidos de Los Pinos y ahora escriben a favor de este par de hermanos abusivos y corruptos.
La nueva vida de Raúl
Raúl Salinas de Gortari viaja ahora en aerolíneas comerciales y aparece seguido en las revistas de sociales. La cárcel y las acusaciones en su contra no lo alejaron de las reuniones del jet set, pues al final muchos de los que allí participan deberían de estar también en Alomoloya. Todo iba bien hasta hace unos días, cuando su nombre reapareció en la prensa que se ocupa de asuntos políticos y policiales, porque un juez federal ordenó descongelar las cuentas del llamado hermano incómodo. La pregunta es cuánto de ese dinero ira a parar a las manos del juzgador.
Una de sus exoneraciones más polémicas fue aquella del delito de narcotráfico, a pesar de que una investigación y declaraciones de testigos vinculados con el comercio de sustancias ilícitas lo identificaron como el contacto que recibió millones de dólares a cambio de protección durante la gestión de su hermano Carlos Salinas de Gortari.
Es el juez 13 de Distrito de Procesos Penales Federales en el Distrito Federal quien determinó que Raúl Salinas de Gortari no es responsable del delito de enriquecimiento ilícito.
Raúl Salinas de Gortari no sólo se verá beneficiado por el dinero depositado en sus cuentas, sino que recuperará la propiedad de edificios, departamentos, casas y terrenos en Guerrero, Jalisco, Morelos, Estado de México, Querétaro, Oaxaca, Baja California y Puebla. Todo, según el juez, producto del “trabajo público” del hermano incómodo.
Durante las últimas 2 décadas, Raúl Salinas de Gortari ha sido absuelto y exonerado de cuanto delito se le imputó. Ahora sólo falta que el nuevo gobierno, también priísta, le ofrezca perdón o hasta lo indemnice. Por lo pronto le devolverá todo el dinero incautado y las propiedades producto del fraude, el abuso y el peculado.
Paradójicamente en Suiza, Carla del Ponte, la fiscal de hierro que se hizo cargo del caso que permitió descubrir en bancos europeos las transferencias de cientos de millones de dólares, estaba segura que dicha fortuna era dinero sucio producto del tráfico de drogas, de lavado y de enriquecimiento ilícito, lo cual representaba, para el sistema financiero helvético, una verdadera ofensa y desafío.
Pues todo ese trabajo de investigación judicial, que movilizó a corporaciones policiales y de inteligencia financiera de todo el mundo, se fue simplemente al cesto de basura del Poder Judicial mexicano. Al menos allí lo envió la corrupta justicia y sus inútiles jueces y magistrados.
También fue la investigación del senador estadunidense Carl Levin, sobre los escasos controles que aplicaba la banca estadunidense con operaciones en México, en especial Citibank, la que colocó en el ojo del huracán la fortuna de Raúl Salinas de Gortari.
Según un reporte de la Oficina de Fiscalización Superior del Gobierno de Estados Unidos (GAO, por su sigla en inglés), órgano de auditoría del Congreso estadunidense, bajo el título: Raul Salinas, Citibank, and alleged money laundering, donde se establecían las pruebas que, al menos desde la perspectiva de auditores y legisladores estadunidenses, configuraban claramente el delito de lavado de dinero.
El senador Levin usó el caso de Raúl Salinas de Gortari para demostrar que en México, en el caso de grandes clientes bancarios mexicanos y en especial de las llamadas personas políticamente expuestas, simplemente no se seguían los protocolos mínimos para verificar el origen lícito de los recursos que se captaban.
En octubre de 1998, el reporte de la GAO, que todavía se puede leer en el sitio virtual del máximo órgano de control del Congreso estadunidense, dio cuenta de los nombres apócrifos, las identificaciones falsas, la simulación financiera en la que incurrió Raúl Salinas de Gortari y en la que involucró a Paulina Castañón, su exesposa y a un séquito de burócratas corruptos, empresarios abusivos y políticos cómplices. La intención clara de esas simulaciones era evitar preguntas sobre el origen de los recursos y Citibank, hoy propietario del prestigiado banco Banamex, facilitó el camino. Todo la corrupción queda entre banqueros y políticos.
La banquera que confió en Raúl
Ante el Senado de Estados Unidos, la banquera de inversión de Citibank, Amy Elliot, explicó a legisladores estadounidenses cómo cayó en las redes de Los Salinas, pero también cómo Citibank se benefició de la captación de las cuentas de Raúl Salinas de Gortari. En un testimonio público, Amy Elliot recordó cómo y cuándo conoció a Raúl Salinas de Gortari.
Ante el Subcomité de Investigaciones del Comité de Asuntos Gubernamentales del Senado estadounidense, Elliot informó en noviembre de 1999, en medio de la tormenta por el escándalo que provocó el descubrimiento de cuentas con cientos de millones de dólares de Raúl Salinas de Gortari, que mantenía una responsabilidad fiduciaria con los clientes del banco, pero que estaba dispuesta a colaborar en temas vinculados con el lavado de capitales.
Amy G. Elliot conoció a Raúl Salinas en 1992, cuando Carlos Salinas ya era presidente. La banquera de origen cubano refiere que en ese momento Carlos Salinas de Gortari era considerado un “héroe” no sólo en México sino también en Estados Unidos. Educado en Harvard, Salinas era considerado un verdadero reformador que supuestamente revivía la economía mexicana y mentía en el combate a los capos de la droga (igual como lo hizo Felipe Calderón) y decía que peleaba contra la corrupción.
Salinas de Gortari, agrega Elliot, había sido invitado por el Presidente Bush a la Casa Blanca y ambos trabajaron en conseguir el Tratado de Libre Comercio para América del Norte.
Es más, asegura Amy, en la década de los noventas, en México y en Estados Unidos, la familia Salinas de Gortari era reconocida como una familia distinguida y acaudalada, con propiedades que se remontaban a varias generaciones atrás, desde que el padre Raúl Salinas Lozano se enriqueció con dinero público y negocios sustentados en la corrupción.
En el México de 1992, Amy G. Elliot recuerda que ya tenía una buena cartera de “clientes mexicanos muy acaudalados” que daban muy buenas referencias de la familia Salinas.
La banquera precisa, sin dar el nombre, que fue uno de sus más valiosos clientes quien personalmente le presentó y llevó a Raúl Salinas de Gortari a Citibank. Él fue quién le presentó a Raúl Salinas de Gortari. Fue en Nueva York en donde Amy G. Elliot conoció a Raúl Salinas de Gortari. El empresario que los presentó, además, había mantenido cuentas en Citibank en los últimos 10 años. Refirió a Citibank que con Raúl Salinas de Gortari mantenía una amistad desde la infancia y que, además, tenían varios negocios y proyectos en proceso.
Fueron los jefes de Amy G.Elliot en la sucursal de Citibank en Nueva York quienes autorizaron la apertura de cuentas de Raúl Salinas de Gortari, quien solicitó que se estructuraran sus inversiones, igual que las cuentas del empresario que lo llevó al banco, bajo la figura de una Compañía Personal de Inversiones (PIC), por sus siglas en inglés.
La característica de ese tipo de instrumentos es que mantienen los recursos invertidos y las acciones de la PIC se concentran en un fideicomiso. Se trata, explicó Elliot, de una estructura estándar en cuentas de inversión que utiliza frecuentemente la industria financiera de banca privada, incluyendo a Citibank. Este tipo de cuenta proporciona confidencialidad y permite eficiencia fiscal y planeación. Amy Elliot reveló también que a los mexicanos acaudalados con los que trabajaba para el manejo de sus inversiones en Citibak les preocupaba y eran muy sensibles a la confidencialidad de la información financiera porque temían ser secuestrados.
Inicialmente, Raúl Salinas de Gortari depósito en Citibank “sólo” dos millones de dólares, monto que le fue devuelto porque se argumentó que no se concretó una coinversión que realizaría con el “amigo empresario” que lo presentó con los ejecutivos del banco estadounidense.
Fue hasta mediados de 1993 cuando Raúl Salinas de Gortari comenzó a realizar fuertes depósitos en Citibank. En ese tiempo, los ejecutivos de Citibank pensaron que sus fuentes de recursos habían aumentado. Amy G. Elliot reconoció que, sin confirmarlo, Citibank a través de su gestión supuso que Raúl Salinas había vendido su empresa constructora; también supusieron que había recibido alguna herencia; después que ante el buen comportamiento del mercado de valores había realizado algunas buenas inversiones y que, de esa forma, su patrimonio había aumentado considerablemente.
En Citibank también pensaron que después del matrimonio de Raúl Salinas de Gortari con Paulina Castañón en junio de 1993, Salinas se había beneficiado de las propiedades que recibió su esposa.
Por todas esas razones, confiesa la ejecutiva de Citibank, “me sentí perfectamente cómoda aceptado sus depósitos adicionales a mediados de 1993 y poco después”.
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