Aunque se asegura que la “Guerra Fría” ya terminó, el gobierno de Estados Unidos nunca ha ocultado el temor de que bloques políticos, económicos y militares contrarios a sus intereses puedan amenazar la influencia y la intervención que ejerce sobre la América Latina, región que en la última década ha dado un viraje hacia la izquierda y sólo los gobiernos de dos países, México y Colombia, se aferran a seguir sirviendo a los intereses estadounidenses, a los cuales conviene mantener administraciones de ultraderecha. En ese escenario, México es estratégico para Estados Unidos y nuestra población ha tenido que pagar por ello.
Ahora, con una economía débil y en serio peligro de un colapso, resurge con más fuerza ese temor. Las declaraciones de altos funcionarios de Estados Unidos en torno al peligro de que México, como alguna vez lo fue Colombia, se presente como un estado fallido, no sólo responden al temor de que el narcotráfico siga abasteciendo de drogas a los millones de estadounidenses con problemas de adicción, sino también que se mantengan y se fortalezcan las alianzas entre la delincuencia organizada y las mafias de Europa del Este, especialmente Rusia.
Precisamente en ese sentido se presentó en marzo pasado la visita a México del almirante Michael Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, a quien se le considera promotor de la colombianización en México. Sin decirlo claramente, detrás de la preocupación del gobierno de Estados Unidos en torno al nivel de armamentos que utilizan los carteles mexicanos, se encuentra la sospecha de que exagentes de la KGB están coludidos con el crimen organizado en México, tal y como lo han reportado varias agencias y medios internacionales.
En abril de 2008, American Chronicle publicó que la organización criminal de los Arellano Félix mantenía negocios con exagentes de la KGB, quienes no sólo los estaban abasteciendo de armamento sumamente sofisticado, sino que los estaban asesorando en materia de inteligencia militar. El peor de los escenarios para Estados Unidos, se trata de un tema que algunos periódicos mexicanos han abordado y que parece pasar desapercibido cuando se habla de las razones por las que el gobierno estadounidense se encuentra tan preocupado por el clima de violencia y penetración de la mafia en México.
En aquel reporte de American Chronicle también se daba cuenta de las noticias liberadas por la prensa local estadounidense, que reportaban la existencia de campos militares en estados fronterizos, así como en Michoacán, en donde se registraba la presencia de exmilitares afganos que mostraban a los narcotraficantes mexicanos técnicas utilizadas, por ejemplo, en Irán. El objetivo de tan sofisticado entrenamiento era enfrentar al Ejército Mexicano. No pasaría mucho tiempo después de que las fuerzas castrenses mexicanas tuvieran que hacerse presentes en las calles de varios estados, primero, fronterizos, después prácticamente en todo el país.
De ello y de los escenarios ante la presencia de grupos extranjeros delincuenciales, ya había hablado Adolfo Aguilar Zinser, exresponsable de la seguridad nacional en el gobierno foxista y quien perdiera la vida en un por lo menos extraño accidente, al asegurar que México era el patio trasero de Estados Unidos y que terroristas españoles e islámicos operaban ya en territorio mexicano.
Soberanía a cambio de ayuda
Documentos oficiales del gobierno estadounidense confirman que desde 1988, arranque del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, las administraciones de Estados Unidos han presionado a México para que, a cambio de apoyo para solventar sus crisis deudoras, cambiarias y comerciales, ceda terreno en su soberanía para acotar los peligros que dicen existen en su contra.
En Washington, la periodista Dolia Estévez, logró que el Departamento de Estado de ese país desclasificara un amplio expediente de valiosos documentos que muestran la perversidad de la relación secreta que el gobierno estadounidense ha impuesto a los gobiernos mexicanos.
En varios de los memorandums – que hoy son públicos – enviados a Ronald Reagan por el exsecretario de Estado, George Shultz –quien estuvo en el cargo entre 1982 y 1989–, se destaca la preocupación del gobierno estadounidense en torno a la posibilidad de que el gobierno soviético pudiera abrir un consulado en una de las ciudades fronterizas de México. De hecho, el gobierno de Estados Unidos trató el tema en una de las últimas reuniones entre Reagan y De la Madrid.
Estados Unidos pidió a México que evitara a toda costa que los soviéticos ampliarán su presencia en el territorio nacional, porque eso constituía una clara amenaza, aunque se tratara de trámites consulares o de la relación diplomática de México con otra nación.
“Los soviéticos están trabajando para ampliar su presencia en México con el propósito de atentar contra nosotros. Necesitamos solicitar firmemente a De la Madrid que continúe resistiéndose a esas presiones”, establece uno de los documentos desclasificados del Departamento de Estado, elaborado por Elliot Abrams, abogado republicano que operó como consejero de George Shultz en esa entidad.
Para Abrams también resultaba incómoda e inconveniente en el concierto de intereses de Estados Unidos, la participación de México en el Grupo Contadora, el organismo multilateral en el que también participaban Panamá, Colombia y Venezuela para promover la paz en Centroamérica y establecer una posición conjunta contra la presencia militar estadounidense en la región.
De hecho, el liderazgo de México en el Grupo Contadora se ubicaba en la agenda de los principales problemas a tratar con el gobierno mexicano a nivel bilateral. “No hay mucho que el gobierno mexicano pueda hacer por nosotros”, decía Abrams a Shultz. Se propuso, por lo tanto, minimizar las discusiones oficiales sobre el tema y “no solicitar nada que ellos no estén dispuestos a hacer por Estados Unidos”. Esa era la estrategia.
Sin embargo, en el caso de Nicaragua se notificó formalmente al gobierno mexicano que seguiría apoyando a la resistencia y financiando el movimiento opositor. Al revisar los documentos oficiales que hicieron llegar sus asesores al presidente Ronald Reagan, se coloca en su justa dimensión la relación de sumisión a la que han estado sometidos los gobiernos de México a Estados Unidos. Lo más grave, sin embargo, es que los paralelismos entre los gobiernos de Miguel De la Madrid y Felipe Calderón, al menos en el tema del narcotráfico y la economía, podrían conducir a que la relación con Estados Unidos acentúe el vasallaje y concesiones patrocinadas por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari.
Al cierre de su administración, Miguel De la Madrid enfrentaba una inflación de al menos 160 por ciento; aumentaba la inconformidad de los trabajadores mientras la deuda del gobierno federal se elevaba al mismo ritmo que el déficit del sector público. El exmandatario, aún a costa de su popularidad –así lo vieron en Estados Unidos– comenzó a aplicar recortes al presupuesto, lo que complicó el escenario para las elecciones presidenciales.
Para Carlos Salinas de Gortari no había otro escenario que el fraude para llegar a la presidencia. Así también lo veía el gobierno de Ronaldo Reagan y así sucedió. No fue causalidad el apoyo incondicional del gobierno estadounidense a la administración de Salinas, a pesar del fraude electoral que le robó la presidencia a la oposición de izquierda y a su candidato Cuauhtémoc Cárdenas.
Pero sigamos con los paralelismos: el problema del narcotráfico se destacó, desde entonces, como uno de las más grandes amenazas para la estabilidad estadounidense y la presencia de un sucesor dispuesto a seguir con la “cooperación” se presentaba como una de las grandes preocupaciones. La intromisión de Estados Unidos en la política mexicana fue imprescindible.
México ahora se enfrenta a los mismos problemas con excepción hasta ahora del déficit en el sector público y en la cuenta corriente. Pero la posición del peso frente al dólar sigue siendo una amenaza; la economía depende casi por completo de la recuperación en Estados Unidos y la fuerza del crimen organizado atenta contra las instituciones, mientras que las fuerzas políticas se encuentran engarzadas en añejas confrontaciones. Pero sobre todo, las elecciones ya están a la vuelta de la esquina. A menos de la mitad del gobierno de Felipe Calderón, algunos analistas aseguran que se trata de un sexenio perdido, mientras que en Estados Unidos piensan ya en quién será el sucesor en Los Pinos.
Con este nivel de intromisión en la política mexicana y el control del gobierno estadounidense en cada paso que dan los gobiernos mexicanos, sean éstos de filiación priísta o panista, no importa porque al fin de cuentas buscan lo mismo, enriquecerse con dinero público, resulta increíble pensar que el hombre que negoció con Estados Unidos la apertura comercial del país con América del Norte, o la privatización de las grandes y valiosas empresas mexicanas a favor de los intereses estadounidenses, así como haber operado algunos de los principales golpes que se asestaron contra el narcotráfico –coordinados con las autoridades de Estados Unidos–, pudiera también ocultar la red de corrupción mejor estructurada que se ha creado en muchos gobiernos, y con la ayuda de su hermano Raúl Salinas de Gortari, construyó un gobierno paralelo con la anuencia de Estados Unidos.
Por ello, a propósito de la simulación de algunos panistas de investigar la partida secreta, que prácticamente se esfumó durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari para enriquecerse él y su familia, sería interesante revisar las facilidades con las que contó Raúl Salinas de Gortari para transferir millones de dólares a través de los circuitos financieros de Citibank, el ícono de la banca estadounidense.
Quién puede creer que el gobierno de Washington ignoraba los pactos de los hermanos Salinas para operar con las estructuras del narcotráfico, como lo han declarado en cárceles de Estados Unidos decenas de testigos protegidos de varios países de América Latina. Es buen momento para preguntarlo y pensar en ello frente a las elecciones del próximo 5 de julio, en donde la población emitirá su voto de castigo a los partidos que desde el poder han vendido los intereses de la nación no sólo al extranjero, sino también al crimen organizado.