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Agobiado y confundido con los problemas que enfrenta el país, Enrique Peña Nieto pide tiempo para que –una vez concluida su gestión al frente de la Presidencia de la República– la población pueda comprender su actuación como “jefe de Estado” y, concretamente, sobre las razones de su decisión en el caso Donald Trump, con quien tuvo un encuentro desafortunado que se salió de control y generó duras y nuevas críticas internas y externas, además de vergüenzas ajenas que entorpecen aún más la gestión presidencial –a la que aún le faltan 2 largos años–, por lo que tuvo que hacer drásticos ajustes en el gabinete, como la renuncia del hombre de más confianza en Los Pinos y a quien consideraba además de su amigo, el más preparado y capacitado para sucederlo en la Presidencia.

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Esto que hoy asegura Peña Nieto ocurrirá al final de su mandato, es sólo un deseo del presidente y pueden creerlo sus más allegados, porque será precisamente el tiempo el que permita que la historia juzgue drásticamente su actuación como primer mandatario, tal y como ha sucedido con cada presidente de la República, desde Gustavo Díaz Ordaz hasta Felipe Calderón, a quienes por cierto el juicio de la historia los ha condenado al rechazo y hasta el desprecio, por sus pésimas administraciones gubernamentales.

Entonces, sin adelantar lo que el futuro le depara, el presidente tendrá que esperar a que las ciencias sociales y en general la academia analicen su actuación y emitan su dictamen. Decir ahora que con el tiempo la población comprenderá lo que ha hecho, es una afirmación que puede ser falaz, porque ni Peña Nieto ni su equipo puede asegurar que el juicio de la historia será benévolo con ellos.

Lo que si podemos decir ahora, señor presidente, es que en ese otro juicio que la sociedad emite todos sin esperar la benevolencia del tiempo, las opiniones de los mexicanos son implacables y condenatorias a su gestión, hasta al grado de exigir su renuncia y un juicio por traición a la patria. Esa crítica social proviene de las personas de a pie, esa población que sufre a diario la violencia delincuencial, la corrupción gubernamental, las injusticias del poder, la impunidad de la autoridad y los abusos burocráticos.

Ese juicio social, señor presidente, es el que no espera el tiempo que usted ahora nos pide, porque ese juicio se hace todos los días y en él, de acuerdo con los resultados de casi 4 años de gobierno, es de reprobado y responsable de la crisis que agobia a 120 millones de mexicanos, de creciente desempleo y de terrible pobreza que parece no tener fin, lo mismo que de humillaciones y exabruptos que extranjeros como Donald Trump hacen en contra de los mexicanos, al acusarnos de criminales y malvivientes, ese mismo personaje que fue invitado por usted a la casa presidencial, en donde fue tratado con honores y respeto que, por supuesto, no merece.

Serán entonces los historiadores, analistas, investigadores, politólogos, economistas, sociólogos, juristas y la población en general la que, con el tiempo, juzgue su actuación, no antes, y eso pasará a la historia de México como su juicio final. Así que por ahora habrá que esperar.

El tercer juicio, señor presidente, es el legal, jurídico, algo que parece poco probable que usted enfrente, porque hemos visto a través del tiempo cómo los expresidentes han sido exonerados por sus sucesores. Así que en ese sentido puede aún estar tranquilo por el momento, pues de no ser que llegue a la Presidencia de la República el ahora líder de Morena, Andrés Manuel López Obrador, usted nada tiene que temer, pues a pesar de las promesas del Peje de que de convertirse en presidente otorgará el perdón a quienes lo sucedieron, lo más probable es que todos los que conforman ahora el gabinete serían investigados y quienes lo ameriten ser llevados a juicio por las corruptelas cometidas, que por cierto no son pocas.

Estos son entonces los tres juicios que enfrentará una vez que concluya su gestión: el social, el legal y el de la historia.

 

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