Lunes 30 de noviembre de 2015

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Al borde del estallido social

Por lo menos es extraño ver a un secretario de Educación Pública que hace a un lado la exposición de las razones, el diálogo y la negociación como lecciones necesarias para alcanzar un Estado justo y democrático, y por el contrario recurre a un lenguaje de violencia verbal y amenazante con utilizar los cuerpos de seguridad en contra de un sector de maestros inconformes con lo que consideran abusos y autoritarismo de los políticos del centro.

Algo está fallando en este país, porque no es mediante la fuerza pública como el gobierno podrá resolver los problemas educativos, pues con todo y la instrumentación de las reformas aún hay millones de analfabetas en México y millones de habitantes en poblaciones que nunca han conocido un maestro y mucho menos han pisado una aula.

A esa condición de desgracia se suman miles de niños que habitan en rancherías apartadas y hasta en importantes ciudades como la capital del país, en donde no pueden asistir a la escuela porque deben trabajar para poder comer. Estos son los verdaderos problemas de la educación que no contemplan las novedosas reformas y en consecuencia no son atendidos.

Es en medio de un clima de violencia, pobreza y desigualdad que mantiene en la incertidumbre a la población, que ahora se suman el acoso, el rechazo y la persecución en contra de los maestros afiliados a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), como si quisieran exterminarlos por sólo oponerse a las reformas educativas del gobierno actual.

Hace unos días escuchaba al secretario Aurelio Nuño hablar ante los micrófonos de los 10 mil policías federales que han sido enviados a Oaxaca para aplastar cualquier intento de protesta magisterial en contra de la evaluación educativa, lo que ha tensado aún más las condiciones de vida en ese estado y las posibles reacciones de los inconformes, pues se trata de miles de maestros que por muchos años han sido testigos, como el resto de los mexicanos, de las injusticias, los abusos y las corruptelas de los políticos que han abusado del poder y se han servido de él y quienes ahora los amenazan con expulsarlos de las filas del magisterio.

Además de estas acciones amenazantes en contra de los integrantes de la CNTE, de cuyas filas algunos de sus miembros se encuentran presos en penales de máxima seguridad por alterar el orden público y otros delitos graves que les imputan, el titular de la Secretaría de Educación Pública se refirió la semana pasada a los normalistas rurales –esos estudiantes que exigen el regreso de sus 43 compañeros de la normal de Ayotzinapa y que fueron secuestrados en Iguala–, de quienes dijo que si no se someten también a la evaluación oficial, que se olviden de ocupar una plaza escolar. A esto le seguirá cortarles el financiamiento público y con ello lanzar a las calles a miles de estudiantes que sólo simpatizan con una educación diferente por ser socialista.

Y ya sumados entonces tenemos a miles de maestros y estudiantes que ya no podrán ingresar a las aulas y mucho menos tener una plaza educativa que les garantice aunque sea un bajo salario. Ante esta falta de alternativas y propuestas de diálogo para resolver los problemas, son entonces las autoridades las que están orillando a maestros y alumnos a tomar decisiones que los ponen al borde de estallidos sociales violentos.

En columnas anteriores expliqué que los normalistas rurales son miembros de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), organización “semiclandestina” que mantiene bajo reserva los nombres de quienes integran su Comité Central y que representa a las 17 normales rurales que aún sobreviven bajo el asedio gubernamental en distintos estados de la República. Para evadir ese acoso de los órganos de inteligencia del gobierno y de sus cuerpos policiales, los representantes estudiantiles utilizan seudónimos y alias en su estructura interna y en las movilizaciones que realizan.

La FECSM es la organización estudiantil más vieja del país y se remonta a la fundación de las escuelas normales en 1922, primero como escuelas normales regionales y escuelas centrales agrícolas, para después florecer con la llegada del general Lázaro Cárdenas al poder, presidente que apoyó su organización y la educación socialista que allí se imparte.

Los alumnos de las 17 escuelas normales rurales estudian materialismo dialéctico e histórico y las biografías de luchadores sociales y guerrilleros. Algunas escuelas conservan de manera extraoficial pero obligatoria para todos los alumnos, las materias de elementos de economía con orientación socialista; conocimiento de los problemas que afectan a la vida del campesino mexicano y crítica de las soluciones dadas a la luz de las ideas socialistas, y orientación socialista y legislación obrera y campesina.

Es su formación socialista lo que ha atemorizado a gobiernos priístas y panistas a lo largo de la historia, los cuales han intentado desaparecerlas, pero ha sido por medio de movilizaciones con apoyo de campesinos, estudiantes y obreros como han logrado defender su vigencia. Frecuentemente se les endilga ser “semilleros de guerrilleros”, acusación que nadie ha podido probar, y no ha habido 1 solo año en el que no enfrenten agresiones por parte de las autoridades federales y estatales.

Aún hay tiempo para dialogar y resolver los problemas pacíficamente y evitar así más derramamiento de sangre, porque el país ya ha pagado su cuota de violencia.

Miguel Badillo*

*Periodista

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